La piel como órgano fundamental en cosmética

En esta segunda publicación nos centraremos en las características y funciones de la piel, como un órgano íntimamente ligado con los productos cosméticos, lo cual nos ayudará a relacionarlo con otros aspectos en futuras publicaciones.

La piel constituye una barrera entre el organismo y el mundo exterior. Sin embargo, un organismo se desarrolla en relación con su entorno en el que vive y se comunica. Por tanto, es la barrera que protege al organismo del exterior e informa al interior de todo lo que ocurre fuera de sí mismo. La piel humana actúa como un órgano de atracción entre individuos. La apariencia de la piel y el cabello es la “primera imagen” que los demás tienen de nosotros. La expresión personal cambia con variaciones en el estado de nuestro cabello y de la piel, cuya apariencia se deriva de su bienestar intrínseco.

La piel es el órgano más grande y extenso de nuestro cuerpo, un adulto promedio tiene alrededor de 2 m2 de piel y un peso de hasta 4 kg. El grosor de la epidermis, la capa más externa de la piel puede variar desde 0,5 mm en las zonas más delgadas (los párpados, por ejemplo) hasta 4-6 mm en sus puntos más gruesos (como en la palma de la mano y la planta del pie). Cualquier sustancia, en contacto con la piel, puede penetrar la barrera cutánea de una forma directamente proporcional al grosor de la piel en ese punto.

Podemos identificar tres partes en la piel: Epidermis, dermis e hipodermis. Las funciones de la piel son diversas y de gran relevancia para nuestro organismo. Podemos resumirlas en:

1) Función barrera, protege la piel y regula la entrada de sustancias químicas y también previene de la pérdida de sustancias corporales. Esta función es válida desde el exterior hacia el interior y viceversa. Solo las sustancias liposolubles pueden penetrar en él, siempre que su peso molecular no sea excesivo. Gracias a esta barrera funcional, el agua, fuente esencial de vida, no se “escapa” de nuestro cuerpo.

2) Función protectora e inmunológica frente a biológicos (bacterias, hongos y levaduras), agentes físicos y químicos. Existen unas células en la piel conocidas como células de Langerhan capaces de identificar esas sustancias y preparar una defensa.

3) Función secretora, la lleva a cabo las glándulas cutáneas y la epidermis. El sebo, el sudor y los lípidos epidérmicos son productos que realizan funciones para la piel (protegiéndola) y para todo el cuerpo.

4) Función termorreguladora, la piel es capaz de adaptar nuestra temperatura corporal en función de la temperatura ambiente. Por ejemplo, cuando tenemos calor, las glándulas sudoríparas se activan y los vasos sanguíneos se dilatan para permitir que fluya más sangre justo debajo de la piel, produciendo una pérdida de calor tanto de forma física (irradiación, convección y conducción) y por sudoración.

5) Función de sensibilidad. La posibilidad de supervivencia en un medio ambiente está vinculada con la capacidad del individuo para estar en contacto con él. Junto con los sentidos de la vista, el oído, y el olfato, la sensibilidad de la piel proporciona al individuo no solo el sentido del tacto, también nos permite reconocer nuestra posición y su variación en el espacio. Además, la piel es capaz de sentir el dolor debido a sus receptores nerviosos.  

6) Función de absorción, estrictamente ligada a la función barrera de la piel, la absorción permite sustancias aplicadas en la piel sean transportadas al sistema sanguíneo.  Regiones, como el cuero cabelludo y las axilas, ricas en glándulas sudoríparas y folículos pilosos, absorberán a través de estas estructuras más que en otras regiones. Esta función también puede tener aspectos negativos en que también puede provocar la absorción de sustancias peligrosas e incluso letales.

También vale la pena recordar otras dos funciones: la piel comunica nuestra imagen ante los demás y tiene un papel fundamental en la producción de vitamina D, el compuesto necesario para el desarrollo normal de los huesos. La piel recibe rayos solares y los utiliza en la producción de vitamina D, la vitamina de la “luz del sol”.

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Dra. Encarna Aguayo Giménez